DAR DE COMER AL HAMBRIENTO
Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
Hay hambre: por guerras o por malas cosechas, por injusticias o por dejadez, por culpa o sin culpa. Hay hambre en niños y en ancianos, en jóvenes y adultos, en sanos y en enfermos, en los países más pobres y también en los países más ricos.
Duele ver cómo tantos hombres y mujeres
malviven y mueren por falta de alimentos. Duele, sobre todo, porque si
hubiera un esfuerzo sincero y serio de los gobiernos y de quienes tienen
tiempo y oportunidad, el hambre podría quedar derrotada en casi todo el
planeta.
Frente al hambre de tantos millones de
seres humanos, cercanos o lejanos, se agradece cualquier gesto de ayuda
que nazca desde el amor y la justicia. No podemos ser indiferentes ante
el hermano que no tiene nada para aliviar su hambre en este día.
El Evangelio es claro: Dios premia y
bendice a quienes socorren al hambriento. "Venid, benditos de mi Padre,
recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación
del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer (...) Entonces los
justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos
de comer (...)?» Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuanto
hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis" (Mt 25,34-40).
El "Catecismo de la Iglesia Católica",
al comentar la petición del pan que hacemos en el Padrenuestro, afirma
lo siguiente: "El drama del hambre en el mundo llama a los cristianos
que oran en verdad a una responsabilidad efectiva hacia sus hermanos,
tanto en sus conductas personales como en su solidaridad con la familia
humana. Esta petición de la Oración del Señor no puede ser aislada de
las parábolas del pobre Lázaro (cf. Lc 16,19 31) y del juicio final (cf.
Mt 25,31 46)".
Esa responsabilidad lleva a un trabajo
concreto para que la producción y distribución de alimentos sea capaz de
alimentar a todos, lo cual es posible desde una organización social
justa y un auténtico compromiso de servir a los más necesitados (cf.
Benedicto XVI, encíclica "Caritas in veritate" n. 27).
Dar de comer al hambriento invita a
trabajar a largo plazo por un mundo más solidario, al mismo tiempo que
interviene en lo inmediato: a la ayuda a esta persona cercana que hoy no
tiene para comer, a ofrecer donativos a Caritas y a otros grupos que
atienden a millones de personas que cada día buscan algo para saciar su
hambre.
Es una obra de misericordia que está al
alcance de casi todos. Basta a veces un pequeño sacrificio, dejar de
lado la propia comodidad, abrir los ojos y el corazón para sentir la
necesidad de tantos hermanos nuestros, y acudir con sencillez y ternura
para socorrerlos en una de sus necesidades básicas: la de la comida
diaria.
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