viernes, 31 de marzo de 2017

HIJO DEL HOMBRE

                                                 
                                                        HIJO DEL HOMBRE


A Jesús de Nazareth no le gustaban demasiado los títulos ni los rótulos, toda vez que quienes se los adjudicaban -hijo de David, Mesías, rey de Israel- depositaban en ellos sus ansias e intereses. En los rótulos y no en la persona.

Por eso que el Maestro se reconozca a sí mismo como Hijo del Hombre es importantísimo: es la afirmación de un Dios que se abaja, que se hace tiempo, historia, hermano, vecino, amigo, que se deja prohijar por la humanidad, un Dios que nada tiene de abstracto, huesos, piel, corazón, sangre que se ofrece sin condiciones, un Dios tan asombrosamente cercano que esa cercanía inquieta, interpela, compromete.

Cierta tendencia a leer la Palabra de Dios de manera lineal nos deja en una superficialidad estéril, pues la literalidad es madre de todos los fundamentalismos. Así suponer que ese debe respecto del sufrimiento aparecería en esa instancia como consecuencia de un dios perverso y cruel al que le place el dolor, que impone el sufrimiento como crisol de mejoras. Peor aún, un Padre que en cierto modo disfruta cuando el Hijo y todos los hijos padecen.

Pero se trata de la ilógica del Reino, de los asombros de la Gracia. Que el Hijo del Hombre deba sufrir es quebrantar desde la caridad las razones de los intereses mezquinos, que la única sangre que está permitido derramar es la propia cuando se ofrece para que nadie más sufra, desde una tenaz y persistente mansedumbre, a pesar de tantos horrores.

Y la cruz de cada día.

En la misma secuencia de superficialidad, cargar la cruz diaria quedaría acotado a las mezquindades personales, las miserias asumidas y los dolores que se nos confiere.

Pero seguir a Cristo es un viaje sin regreso. La cruz, en tiempos de su ministerio, era para el opresor romano el concienzudo método de ejecución para los criminales marginales, para los reos más abyectos, mientras que para la mentalidad farisea es signo de maldición absoluta. Así entonces, cargar la cruz cada día y seguir sus pasos -porque de Él son todas las primacías, porque Él encabeza este peregrinar- es asumirnos en entera libertad como marginales, como malditos, como los últimos de los últimos para que no haya más maldecidos, ni marginales, ni excluidos, ni descartados, en la extraña y bendita vocación de que la vida se la gana en tanto que se la pierde ofreciéndola incondicionalmente al hermano, el poder como servicio, la plenitud en el darse, la felicidad en salir de sí mismo al encuentro del otro, como ese Dios que nada se ha guardado para sí y nos sale al encuentro en todas las esquinas de la vida.

lunes, 6 de marzo de 2017

HOY, UN DÍA ESPECIAL

Hoy, un día especial


Cuando comienzas el día es muy efectivo repetirte consignas e ideales para fortalecer los propósitos de tu corazón. De esa manera logras que se fijen en tu interior, desde dónde seguirán a lo largo de la jornada marcándote el camino de bondad y fidelidad que tú has elegido. Aquí te ofrezco una buena síntesis de excelentes decisiones.

Hoy invertiré el recurso más importante, mi tiempo, en la obra más trascendental: mi vida. Cada minuto lo realizaré apasionadamente para hacer de hoy un día diferente y único en mi vida. Hoy opondré resistencia al pesimismo y conquistaré al mundo con una sonrisa, con la actitud positiva de esperar siempre lo mejor. Hoy haré de cada tarea ordinaria un expresión sublime, demostrando en cada momento la grandeza de mi ser. Hoy tendré los pies en la tierra comprendiendo la realidad y la mirada en las estrellas para inventar mi porvenir. Hoy tendré tiempo de ser feliz y dejaré mi aroma y mi presencia en el corazón de los demás convirtiendo cada una de mis acciones en manifestaciones de bondad.

Responsabilidad, valor de las pequeñas tareas, expresiones de bondad, superación del egoísmo, son líneas maestras de un serio programa espiritual que ayuda a crecer y madurar cada día. “Ser maduro es un aprendizaje que culmina cuando nos retiramos de esta fiesta que es la vida”. El Señor te acompañe con su gracia.