viernes, 8 de abril de 2016
miércoles, 6 de abril de 2016
REFLEXIONEMOS...
EVANGELIO SEGUN SAN LUCAS 5, 27-32
La primera fracción del versículo inicial del Evangelio para el día de hoy revela un misterio que no puede acotarse a los procesos de la razón. Se trata de dos términos, y quizás sea también un premuroso indicativo para estar alertas, en vigilia, a no pasar las cosas por alto, y a que en lo que parece mínimo también se abre una ventana a la eternidad.
Jesús salió nos habla la Palabra. No es un mero relato de
una acción circunstancial, sino la certeza inmensa de un Dios que sale
al encuentro de la humanidad, de un Cristo que jamás -por nada ni por
nadie- se deja encerrar y nos encuentra en cada esquina, allí en donde
acontece el devenir cotidiano.
Y que aún cuando esa realidad que somos se encuentre ensombrecida por
miserias, angostada por la rutina o grisácea por la nada tras la nada,
allí se hace presente. Allí lo encontraremos, en las mesas cambistas en
las que a menudo se nos convierten los corazones, la compraventa
religiosa, el trueque de piedad por favores divinos.
Y a pesar de todo Él sigue buscándonos, mirando firme a los ojos,
invitando a seguir sus pasos en todos los asombros de la Gracia, ese
Reino que es el sueño bondadoso de Dios para toda la humanidad, para la
creación, para el universo, para vos, para mí, para el vecino, para
quien amamos y también para quien nos odia.
Jesús salió, nombre del Verbo y verbo que define su ministerio de Salvación.
Cuaresma es bendición para el regreso, indicio feliz de llamamientos
constantes, llamamientos concretos pero a la vez humildes, sencillos,
sin aristas rutilantes, pero tan decisivos que en la respuesta nos
jugamos la vida.
Un Cristo atento siempre a lo que nos sucede, ahora mismo, nos está
convidando a la mesa grande de la fraternidad, para celebrar la vida que
se comparte, el milagro del nosotros al reconocernos hijos y hermanos.
sábado, 2 de abril de 2016
JESÚS
LA SEMANA SANTA
Es la semana más intensa del Año Litúrgico, en la cual se reza y reflexiona sobre la Pasión y Muerte de Cristo.
La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año. Sin embargo, para muchos católicos se ha convertido sólo en una ocasión de descanso y diversión. Se olvidan de lo esencial: esta semana la debemos dedicar a la oración y la reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús para aprovechar todas las gracias que esto nos trae.
Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico.
A la Semana Santa se le llamaba en un principio “La Gran Semana”. Ahora se le llama Semana Santa o Semana Mayor y a sus días se les dice días santos. Esta semana comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Pascua.
Vivir la Semana Santa es acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y el arrepentimiento de nuestros pecados. Asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua.
Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra.
La Semana Santa fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
CRISTO HA RESUCITADO
La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes.Contempla los lugares donde Cristo se apareció después de Su Resurrección
El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.
Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.
La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.
Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.
En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?
Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.
San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)
Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios.
Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.
La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.
La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.
Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.
Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.
DEYASUNOS CUARESMALES
DE NUEVO LOS DEYASUNOS TIPICOS DE CUARESMA. UN HORNAZO, UNAS TORRIJAS.... Y HA DESAYUNAR TODO ELMUNDO, SOLO FALTA EL CAFÉ
FELICES PASCUAS
La Pascua nos anuncia una gran alegría: ¡Cristo ha resucitado! El eco de este gran acontecimiento, resuena en nuestro corazón y en los confines del mundo.
Nuestra fe se basa en este
acontecimiento. La resurrección de Cristo es un acontecimiento que sobrepasa la
historia dejando en ella una huella indeleble que trasciende el tiempo y el
espacio.
Ciertamente con la resurrección se
alegren los cielos y la Tierra. La multitud de los ángeles y de los santos
cantan unánimes. Pero en la Tierra no siempre es así, mientras nuestros
hermanos mueren a manos de otros hombres o permanecen en la ignorancia, el
aleluya pascual contrasta con los lamentos y tristezas de tantas situaciones
dolorosas: muerte, corrupción y analfabetismo. Y, sin embargo, Cristo ha muerto
y resucitado precisamente por esto. Ha muerto a causa de nuestros pecados de
hoy y ha resucitado también para redimir nuestra historia de hoy.
Cristo resucitado está con nosotros
hasta el fin de los tiempos. Vayamos tras Él cantando el Aleluya en este mundo
lacerado. En nuestro corazón hay alegría y dolor; en nuestro rostro, sonrisas y
lágrimas, así es la raza humana, pero Cristo ha resucitado, está vivo y camina
con nosotros.
Feliz Pascua a todos.
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