LUCES EN ADVIENTO
Javier Leoz
1.LA LUZ DE LA PALABRA. Acércate al
pensamiento de Dios. La lectura de su Palabra te hará comprender y entender qué
es lo que Dios quiere de ti y para ti. O, tal vez, lo sentirás más cerca, más
vivo, más comprometido con tu existencia.
2.LA LUZ DE LA VERDAD. El Señor aparecerá
desnudo en Belén. Esa es una gran realidad: DIOS se despoja de su grandeza para
llegarse hasta nosotros con un objetivo: que sea la VERDAD frente a tantos
dioses que invaden nuestra conciencia y nos convierten en esclavos del relativismo.
3.LA LUZ DEL AMOR. Las personas, además de
medios económicos, necesitamos del cariño de aquellos que nos rodean. Sólo los
corazones obstinados y duros son incapaces de reconocer la enfermedad que nos
atenaza: somos calculadores y fríos. Jesús, con su nacimiento, remueve el
cemento de nuestras entrañas para convertirlo en algodón que acoge y disfruta
dándose a los demás.
4.LA LUZ DE LA ESPERANZA. Las noticias
negras nos sacuden y condicionan nuestra felicidad. Los sucesos negativos nos
llevan a una conclusión: el mundo va a la deriva. La esperanza cristiana no
nace de los grandes regidores del mundo sino, por el contrario, de Jesús
Salvador que nos trae otra óptica sobre nuestra humanidad.
5.LA LUZ DE LA FE. Si dejamos de mirar al
cielo sólo nos quedará el suelo y, ese suelo, se agrieta frecuentemente. La fe
es una lente por la que, aun sin ver, creemos que DIOS vive y se manifiesta de
una forma extraordinaria y vertiginosa en Cristo. Lo podremos tocar, adorar y
cantar. La fe nos hace tremendamente invencibles.
6.LA LUZ DE LA IGLESIA. Algunos quisieran
una Iglesia recluida y sin luz interna. Es más; algunos sólo pretenden unos
templos artísticamente bellos por fuera pero sin vida divina por dentro. El
Adviento nutre a la Iglesia de aquello que la hace única, imperecedera y
soñadora: Jesús es su energía y su razón de ser.
7.LA LUZ DEL OPTIMISMO. Un Niño nos va a
nacer y, la casa de nuestro corazón, es traspasada por la alegría. Nadie nos
puede robar el sentido más genuino de la Navidad. Tendremos que ser respetuosos
con los que se quedan sólo con el celofán navideño pero, nosotros, tendremos
que ser como Juan Bautista: anunciar que Alguien está por llegar. Eso produce
una sensación de optimismo real y contagioso.
8.LA LUZ DE LA ORACIÓN. ¿Cómo será ese
Niño? ¿Cómo vendrá? ¿Por qué Dios se presenta pequeño y silencioso? La oración
es una luz que nos ayuda a prepararnos al acontecimiento de la Navidad. Un
cristiano que no reza en adviento es un cristiano que puede ser seducido e
inmovilizado por lo secundario o por lo artificial. Quien reza en adviento se
convierte en un pesebre donde Dios nacerá con especial vigor.
9.LA LUZ DE LA SOBRIEDAD. Las
circunstancias dolorosas de muchas personas reclaman de nosotros no sólo
solidaridad sino caridad. El adviento, como Juan proclama, nos invita a
despojarnos de aquello que puede estorbar a un Niño que merece la mejor
habitación de la casa de nuestra persona. Si nos volcamos con los demás…Dios
nacerá en toda su magnitud en nosotros.
10.LA LUZ DE LA EUCARISTÍA. La
Iglesia es una gran familia que, cuando se reúne, pide perdón, escucha, reza,
canta y hace presente el Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de
Cristo. La Eucaristía, en adviento, nos hace mejores centinelas, nos mantiene
despiertos, nos llena del Espíritu de María y, sobre todo, nos centra en lo
esencial: DIOS VIENE A NUESTRO ENCUENTRO