Sembremos sólo amor...
Una persona, un gesto, puede cambiarnos
la vida. Pero así como pueden cambiárnosla a nosotros, también pueden
cambiársela a los demás. Por eso es importante que siempre recordemos
que somos personas, y que somos dueños de nuestros gestos. Y que al
vivir en un mundo de relación, en contacto con otras personas, nuestra
propia persona y nuestros gestos pueden cambiar la vida de los demás.
¿Nos pusimos a pensar simplemente en el
valor de una sonrisa? Cuán diferente nos sentimos cuando se nos recibe
con una sonrisa en lugar de una mueca o sólo con indiferencia. Qué
distinto nos predispone la amabilidad, una palabra cálida, un gesto de
cariño, una caricia, un beso, una manifestación de ternura... En cambio
la groseria, el desprecio, la indiferencia, el maltrato, pueden
destruirnos.
Tratamos de ir por la vida sembrando
amor y respeto; y no siempre recibimos lo mismo. Pero eso no debe hacer
que nosotros cambiemos, porque, entonces, estaríamos imitando modelos
que repudiamos.
Si algo nos lastima tratemos de
cambiarlo; y si no podemos, apartémonos de ello. Pero no emulemos su
accionar. Recordemos que esas, nuestras acciones, pueden cambiar la vida
de los demás. Y lo lindo es cambiar la vida de los demás para bien,
para mejor. Lo bueno es cambiar lágrimas por sonrisas, tristeza por
alegría, desprecio por consideración, odio por amor, maldad por
bondad...
Siempre, lo bueno, es cambiar malo por
bueno. Obremos de modo tal que, en nuestro paso por la vida de los
demás, sembremos sólo amor. Seguramente cosecharemos más de lo que nos
podemos imaginar...