La alegría de dar
Cada día podemos ser generosos en dar
algo a los demás. Con la práctica se va abriendo el corazón poco a
poco, y descubrimos, con admiración, que nunca hay pérdida. En cambio
nos fortalecemos y podemos superar el temor de ser vulnerables.
Practicar la generosidad ejercita al corazón: cuanto más se da, más se
fortalece. He aquí una parábola que lo ilustra.
Un anciano muy avaro, en su lecho de
muerte, ordenó a la sirvienta que colocara en su féretro una bolsa
repleta de monedas de oro. Cuando su alma llegó al más allá, se vio de
repente ante una mesa con platos deliciosos. —Dígame, ¿cuánto valen
estos platos: el pan con salmón, las sardinas y las empanadas?, preguntó
mientras se le hacía agua la boca. —Todo vale diez pesos, le respondió:
—¡Qué barato! Y llenó toda una bandeja con el exquisito menú. Cuando
fue a pagar con una moneda de oro, el vendedor apenado hizo una señal
negativa con la cabeza y dijo: —Quizá hayas aprendido muchas cosas en la
vida, pero lo que no sabes es que aquí sólo aceptamos el dinero que has
regalado.
El egoísmo atrofia al hombre, que sólo
en la donación generosa a los demás, encuentra su madurez y plenitud. Si
te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, si vives para
acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si
no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la
vida sin amor no vale nada. P. Natalio.